"No hay risas en el cielo", de Ariel Urquiza

Ficha técnica
- Título: No hay risas en el cielo
- Autor/a: Ariel Urquiza
- N° de páginas: 160
- Editorial: Corregidor
- Año:  2016

Los personajes de estos cuentos están todo el tiempo relacionados al narcotráfico: siempre sicarios, traficantes o capos de la droga, los protagonistas se mueven en este ambiente como pueden, impulsados muchas veces por la violencia que ese mismo genera.

Lo primero que me llamó la atención de este libro de cuentos fue la temática, la propuesta que ofrecía. Nunca había leído una obra que se tratara exclusivamente sobre el universo del tráfico de drogas. Eso no quiere decir que este tema no estuviera presente en otras lecturas, sino que lo central, lo más importante del libro no apuntaba específicamente a esas temáticas. En cambio, en No hay risas en el cielo lo fundamental, lo que contextualiza todas las acciones que se suceden en los relatos es precisamente ese tema, el universo de las drogas y el comercio que se genera a partir de ellas. En ese sentido, lo que planteaba el texto me interesó desde un primer momento, porque, por lo menos a priori, irrumpía como algo más bien novedoso dentro de lo que representaban mis lecturas más habituales.

Si bien el libro consta de muchos cuentos, también pienso que es válido pensar los relatos de Ariel Urquiza como capítulos de una misma novela. No solo por el hecho de que varios de sus personajes se repiten en los cuentos, sino también porque la manera en que están construidos y encadenados remite a lo que podría suceder con una novela. Es interesante, de hecho, que el texto admita esas dos lecturas: leerlo como una novela (por supuesto que no como una tradicional, digamos, sino más bien como una novela fragmentaria) o como una recopilación de cuentos.

En general, No hay risas en el cielo fue una lectura que disfruté. No obstante, pienso que haber dividido el texto en tanta cantidad de relatos de tan pocas páginas no ayudó a que las historias de las mismas pudieran tener ese golpe de efecto final que esperaba por tratarse de temas tan complejos. Así, varios de los relatos me resultaron un tanto indiferentes, aunque algunos otros me gustaron mucho más. Esto es algo que generalmente ocurre en los libros de cuentos; que no todos tengan el mismo nivel, quizás por el hecho de que no todas las historias sobre las que versen cada uno de ellos nos gustarán por igual. En última instancia, también todos los lectores somos diferentes y algunos podemos sentirnos atraídos por un tipo de cuento y otros por otro. Particularmente, mis relatos preferidos fueron tres.

En primer lugar, “Lo que duran las horas” narra, desde la perspectiva en primera persona del narrador, la estadía de un amigo suyo en su casa, quien se esconde de una banda de narcos, aunque en realidad sabe fehacientemente que tarde o temprano lo van a agarrar. El narrador vive con su pareja, quien constantemente se queja de que este amigo, como no puede dormir, durante las noches es sumamente ruidoso y molesto. En este caso, me pareció muy acertada la utilización de la primera persona; pero la primera persona de un narrador que no sabe específicamente qué es lo que está sintiendo ese otro personaje del que habla. Esa interpretación que el narrador hace de éste último, podríamos decir, está muy bien lograda, no solo por cómo se nos cuenta la historia sino también por la facilidad que tiene el autor para transmitir esas sensaciones por las que está pasando esa pareja que aloja al amigo.

En segundo lugar, me pareció muy interesante cómo trabaja Urquiza las relaciones que se establecen entre aquellas personas que se meten en el mundo de las drogas y los miembros de las familias que o no están en él o no saben que ese otro familiar pertenece a ese ambiente. Si bien en varios relatos está presente esta cuestión, pienso que el que mejor la retrata es “Una buena vida en Pusilánime”. Este cuento consta exclusivamente de una conversación telefónica entre un padre y su hija. Él, en un intento desesperado, intenta que su hija le comunique a la madre de una cuestión particular. Pero a veces, como nos lo demuestra esta charla, lidiar con los chicos es complejo; y eso Urquiza lo consigue plasmar muy bien en el texto. Los intentos del padre, como era de esperarse, son infructuosos. De muy buena manera, el final del relato (que en suma no tiene más que dos páginas) consigue el golpe de efecto que todo el texto ya venía perfilando.

El último relato que me gustaría destacar es “El secuestro”. En este, dos personajes raptan a una chica. No se explican con sumo detalle los motivos o las causas por las que los protagonistas actúan de tal o cual manera. En general, los textos se encargan de mostrar una situación y desarrollarla, sea con más o menos profundidad. Sin embargo, en “El secuestro” hay una cuestión interesante para analizar, que tiene que ver con las personalidades de los personajes. Más allá de que pertenezcan al mismo ambiente, más allá de que ambos protagonistas estén atravesados por un contexto de extrema violencia, no son lo mismo. Con respecto a sus personalidades, no todo da igual. No tienen ni la misma forma de actuar ni la misma forma de pensar ante una determinada situación, a pesar de que estén actuando dentro de un mismo ambiente. Esa contraposición entre los dos personajes está muy bien estructurada en este relato; de esta manera, no es importante específicamente por qué están en esa situación, ni qué los llevó a ella. En cambio, repito, lo interesante es ver cómo, a partir de aquello, estos personajes interactúan, cómo se manifiestan y deciden accionar.

En No hay risas en el cielo no todos los relatos tienen la misma estructura narrativa. En algunos, como vimos, predomina la primera persona, en otras la tercera, en otras la segunda. Además, no siempre se busca enfocar en un mismo tipo de relato, podríamos decir. Con esto me refiero a que en ocasiones se buscan relatar acciones específicas, en otras más bien pensamientos y en otras charlas concretas, cuentos en donde preponderan los diálogos y no tanto las descripciones. En ese sentido, Urquiza abarca más perspectivas por las cuales analizar el tema en cuestión, y así se consigue estructurar una obra más completa. No obstante, quizás debido a la elevada cantidad de textos que componen este libro, no todos me gustaron de la misma manera. De hecho, hay algunos que no recuerdo, que no fueron lo suficientemente impactantes como para que quedaran en mi memoria. Otros, por el contrario, sí me gustaron mucho más, y son aquellos en los que puedo encontrar más cuestiones para analizar dentro de un contexto y una propuesta que, por lo menos para mí, fue bastante novedosa.

En síntesis, podríamos decir que No hay risas en el cielo se compone de catorce relatos cuyo nivel no es parejo. Hay algunos cuentos que me resultaron bien logrados (más que nada, los que detallé anteriormente), mientras que otros me dejaron un tanto indiferente. Más allá de que es seguramente lo que impulsa cada historia, Ariel Urquiza ha construido una buena recopilación de textos en donde lo esencial no es quizás el contexto (el mundo de las drogas), sino más bien cómo los personajes reaccionan a él, cómo se mueven dentro de un universo al que, a juzgar por su accionar, deberían estar acostumbrados, pero que al mismo tiempo muchas veces los toma por sorpresa.

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