"Kafka en la orilla", de Haruki Murakami

Ficha técnica
- Título:
Kafka en la orilla
- Autor/a: Haruki Murakami
- N° de páginas: 714
- Editorial: Tusquets
- Año: 2008 (publicación original: 2002)

Abandonado por su madre cuando tenía apenas cuatro años, Kafka Tamura decide irse de su casa el día de su decimoquinto cumpleaños. Deja atrás su ciudad natal, pero también a su padre, que le augura el mismo futuro que la profecía de Edipo. Se dirige a la ciudad de Takamatsu, en donde encontrará una peculiar biblioteca donde alojarse. Su camino se cruzará con el de Nakata, un viejo con problemas comunicativos causados por un accidente durante la Segunda Guerra Mundial y con el de la peculiar y misteriosa señora Saeki.

Antes de abordar uno de los libros más reconocidos de Murakami, como bien lo es Kafka en la orilla, había leído otras dos novelas suyas: After Dark y Los años de peregrinación del chico sin color. Si bien era sencillo identificar en estas dos obras el estilo del autor, ninguna de las dos tenía esa cuestión surrealista, fantástica y onírica que tanto se le atribuye a la narrativa de este autor. En especial con la Los años de peregrinación…, en la cual se veía un relato mucho más realista, si se quiere, que en After Dark. Antes de empezar a leer Kafka en la orilla sabía que me encontraría con una experiencia bastante distinta: esta novela es una de las que se acostumbra a denominar como “imprescindibles” para entender el universo en el que se mueve Murakami y por el que tanto reconocimiento ha conseguido.

La novela tiene más de setecientas páginas, pero lo cierto es que la historia engancha tanto que el libro prácticamente se devora. El argumento fluye naturalmente, va haciendo su camino hasta llegar a un final que cierra completamente. Kafka en la orilla plantea dos historias principales. Por un lado, la de Kafka Tamura, un chico de quince años que decide abandonar su casa. Huye más que nada de su padre, quien cuando Kafka era más chico le estableció un futuro bastante oscuro: lo mataría a él, su propio padre, y tendría relaciones sexuales tanto con su madre como con su hermana. Pero Kafka también huye del vacío que dejó ella, su madre, cuando lo abandonó a la temprana edad de cuatro años, llevándose consigo a su otra hija, la hermana del protagonista. Cuando él decide irse, buscará refugio en una biblioteca en el sur de Japón, en donde también se encontrará con personajes peculiares que sin lugar a dudas cambiarán su manera de ser.

Por otro lado, la novela hace foco en otro personaje: Satoru Nakata. Cuando leemos el libro estamos más en contacto con el Nakata viejo, pero en el principio se hace referencia a un accidente que tuvo de chico que limitó sus capacidades comunicativas, salvo con los gatos. Así, Nakata vive solo, bastante aislado de la sociedad y gracias a un subsidio por discapacidad que le provee el Estado.

Si bien podríamos decir que el que adquiere un mayor protagonismo en la historia es Kafka Tamura, Nakata también cumple un rol importante. El autor decide intercalar los capítulos para que cada personaje tenga su voz. Kafka escribe en primera persona y su relato es más introspectivo, justamente por el uso de esa primera persona. Este recurso narrativo le permite a Kafka no sólo narrar las cosas que pasan desde su perspectiva, sino que también da lugar a que hable de sí mismo. En cambio, la narración de Nakata está en tercera persona y eso hace que la misma se torne más descriptiva no tanto de lo que es Nakata como persona sino más bien de las situaciones que le toca vivir. Sin embargo, aquí Murakami no se queda atrás y consigue hacer un gran trabajo con este personaje. Si bien, como decía, su relato no es tan introspectivo y no se centra en hablar de sí mismo (también por el hecho de que Nakata insiste en que es “tonto” y hay cosas que no puede hacer ni pensar, y ni siquiera entender) la cadena de situaciones por las que transita y, más que nada, la forma en que reacciona, permite que su personaje se desarrolle constantemente. Así, a pesar de este hecho relacionado al uso de la persona, tanto Nakata como Kafka adquieren una complejidad muy interesante para analizar, cada uno con su respectiva forma de narrar los hechos que van sucediendo.

Murakami es un escritor que acostumbra mucho a incorporar elementos surrealistas o fantásticos a sus historias. Cosas que tienen que ver con lo onírico, que muchas veces generan que el lector no sepa si lo que está leyendo forma parte de algo efectivamente real o si pertenece al mundo de los sueños. En el caso de Kafka en la orilla ocurre algo particular. Al principio no parece haber mucho contenido relacionado a esto. Dejando de lado el hecho de que Nakata pueda hablar con los gatos, uno no siente estar leyendo algo completamente surrealista. De hecho, esta prodigiosa capacidad de Nakata hasta podría resultar un efecto de la propia imaginación del personaje, y no de algo real. Cuando leía estas partes no sentía como si fuera algo fantástico u onírico, sino más bien como algo que pasaba dentro de la cabeza del protagonista. No por eso me parecía que estuviera mal; por el contrario, esas partes me gustaron mucho, me parecieron muy ingeniosas y disfruté mucho de los diálogos entre Nakata y los gatos. A lo que voy con esto es que hasta más o menos la mitad de la novela la parte fantástica no está tan presente en el argumento. Incluso hay partes en las que el autor incorpora entrevistas o informes que nos hablan de lo que pasó en aquel bosque en donde Nakata tuvo el accidente que le causó esta dificultad comunicativa.

Pasado este tramo del libro Murakami sí empieza a recurrir a la parte más fantástica de su literatura. Personalmente no la había experimentado, porque en las anteriores novelas que leí de su autoría esa cuestión no estaba tan marcada. Habiendo terminado la novela puedo decir con firmeza que Murakami maneja el recurso con mucha fluidez y naturalidad. El autor consigue construir una atmósfera muy particular, que con el correr de la historia se va asentando y haciéndose más intensa. A medida que avanza el argumento se van incorporando más elementos fantásticos, gran parte de ellos relacionados a los sueños. De hecho, muchos pasajes, sobre todo en la narración de Kafka Tamura tienen que ver con lo onírico y con sueños suyos, que muchas veces tienen que ver tanto con la realidad que se hace complejo diferenciar una cosa de la otra. En ese sentido, Murakami logra que el lector se meta dentro de ese mundo tan particular que construye de una manera muy natural; uno lee y se compenetra con ello, se traslada a ese universo fantástico tan interesante.

El autor tiene una prosa bastante sencilla, que según el personaje que esté narrando se encarga más de describir situaciones (Nakata) o de transmitir sensaciones y cuestiones más “internas”, si se quiere, del narrador (Kafka). Sin embargo, la sencillez del estilo de Murakami no es comparable con la profundidad de los temas que trata. Es decir que el autor narra de forma muy amena cuestiones bastante complejas, que no tiene una resolución demasiado clara. Con esto, el autor consigue que el lector se adentre de lleno en lo que está leyendo; no es necesario, nos demuestra Murakami, escribir de forma compleja para narrar situaciones complejas. Aquí el autor narra de manera muy entretenida temas profundos, intensos, en ocasiones bastante filosóficos. Lo cierto es que la novela se lee muy rápido; en primer lugar porque la historia engancha y porque los personajes alcanzan un buen desarrollo, lo que hace que uno quiera seguir leyendo más de ellos y de lo que les toca enfrentar; y en segundo lugar, porque las cosas que narra el autor son bastante complejas de sobrellevar, digamos, pero están expresadas de manera que la lectura se vuelve muy entretenida, sin dejar de lado la profundidad que estas contienen. Los personajes, además de que obviamente el estilo del autor tiene su influencia, son los artífices de que esta historia tenga esta profundidad psicológica tan marcada. Ambos protagonistas son muy interesantes para analizar. Quizás Kafka Tamura sea el que más habla de sí mismo por el hecho de que su relato está en primera persona y, también, porque su narración se basa en reflexionar sobre su situación. En ese sentido, la profundidad de este personaje está más explícita, para decirlo de alguna manera, porque es la propia narración la que se encarga de transmitirnos estas reflexiones.

En cambio, en el caso de Nakata, el relato no es esencialmente tan profundo como el de Kafka. Por un lado, porque está contado en tercera persona, lo cual no da demasiado lugar a que Nakata se piense a sí mismo y nos lo muestre a los lectores; y por otro lado, por el hecho de que el propio Nakata no parece ser consciente de su personalidad. Con esto no me refiero a que este sea un personaje plano, sino más bien todo lo contrario. Ambos protagonistas tienen cuestiones muy interesantes para analizar, cada uno con sus temas y con la forma que el autor elige para ir narrando su desarrollo en el argumento. En ese sentido, es el lector el que debe ir armando la psicología de Nakata, ir construyéndola para que al terminar la novela uno pueda establecer efectivamente cómo es ese personaje. Con el correr del tiempo y de las situaciones que les toca enfrentar, tanto Nakata como Kafka evolucionan, se desarrollan y crecen. Sobre todo este último, por el contenido de su dura historia familiar y de su decisión de abandonar su casa para finalmente dirigirse a la biblioteca. Allí encontrará no solo un lugar para vivir, sino que también conversará con personajes que directamente lo harán crecer y direccionarán el cambio que experimenta en su personalidad y en su manera de ver el mundo.

Kakfa en la orilla es una novela muy interesante por varios aspectos. La historia atrapa desde un principio, pero se realiza plenamente en sus personajes. Son más que nada los protagonistas, además del particular estilo del autor, los que generan que Kafka en la orilla sea una historia muy original, con cuestiones para analizar desde todo punto de vista. A esto Murakami le agrega su cuestión más personal como escritor, que tiene que ver con la parte fantástica o surrealista, aquella que tiene que ver con el límite entre realidad-sueño, que muchas veces es difícil de definir. Con su prosa amena, sencilla pero a la vez muy profunda, Murakami construye una novela en donde los personajes, con sus idas y vueltas, sus personalidades y sus reflexiones juegan un rol central en el desarrollo de la historia.

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