"El caballo y el gaucho", de Pablo Katchadjian

Ficha técnica
- Título: El caballo y el gaucho
- Autor/a:
Pablo Katchadjian
- N° de páginas:
270
- Editorial:
Blatt & Ríos
- Año:
2016
Hermanos, hermanas, ¿cuál es la enseñanza de esta historia? Es tan obvia que no hace falta decirla. Y, además, si tratáramos de decirla, seguramente diríamos cualquier cosa.

El caballo y el gaucho es un libro de textos. No consideraría correcto designar a todos los textos de este libro como relatos. Ese concepto me hace referencia directa hacia el formato cuento, y mucho de los textos que componen este libro definitivamente no son cuentos. E utilizar el término “texto”  es, entonces, una mejor opción, porque es uno más general que sirve para abarcar todo lo que escribe Katchadjian sin caer en imprecisiones. Porque lo cierto es que en este libro podemos encontrar todo tipo de textos, que responden a varios géneros narrativos: poemas en prosa, leyendas, mitos, fábulas, pensamientos, ensayos, y, cómo no, también cuentos propiamente dichos.
De esta forma, considero que uno de los mayores logros que alcanzó Katchadjian en El caballo y el gaucho es llegar a transmitir al lector un planteo inicial en pocas páginas, pocas palabras. A través de las 270 páginas que componen este libro se nos presentan una innumerable cantidad de textos, y lo que definitivamente los hace sobresalir es que cada uno de ellos tiene una idea central que logra desarrollarse excelentemente, sin caer en lo superficial. Además, cada texto, sobre todo en los que tienen tintes ensayísticos, va ramificándose en otros temas, y finalmente termina, tal vez, hablando de algo que, si lo leíamos al principio, podríamos pensar que nada tiene que ver con la idea principal del texto. Sin embargo, con el solo ejercicio de leer el texto, vemos cómo Katchadjian logra conectar todos estos temas de una forma perfecta.

Desde que leí Gracias, realmente me gustó mucho la forma de escribir que tiene este autor. No solo porque se nota trabajada, sino porque es capaz de transmitirnos todo lo que tiene para decir en pocas palabras. Por otra parte, también me interesaron mucho los temas que propone. Lo interesante que tiene esto es que toma temas cotidianos, que podrían ser vistos como solamente eso, como cosas rutinarias de la vida, pero consigue adaptarlos  de forma que puedan percibirse como temas dignos de ser usados para escribir literatura. En ese sentido, se puede ver en Katchadjian una especie de experimentación con los temas que trata, y también con cómo decide contarlos. En muchos de los textos, la forma en que están desarrollados puede resultar confusa, porque en repetidas ocasiones el autor recurre a repeticiones de frases o también a juegos de palabras. Por otra parte, es muy ingenioso cómo a partir de un tema, logra demostrar muchas otras opciones que responden al mismo. Lo ideal en este tipo de textos es tratar de prestar la mayor atención posible, ya que así lo más seguro es que podamos entender a la perfección lo que el autor nos quiere transmitir y, por ende, disfrutar al máximo de su prosa y de su forma de narrar.

En los textos con más contenido realista, Katchadjian logra darles un toque especial, un estilo propio. Plantea situaciones que podrían ser relativamente normales, pero les agrega determinados rasgos o aspectos que las convierten en relatos más interesantes, con algo más para dar. Huéspedes molestos, modales o muy buenos o muy malos a la hora de comer, revoluciones que se vuelven en contra, trampas en exámenes. En cierto sentido, tales textos están, en varios casos, atravesados por el humor, lo que también los hace destacarse.
El estilo de Katchadjian tiene algo que hace que todo el tiempo uno quiera seguir leyendo. Quizás sean los temas que plantea, o la corta duración de los textos que invita a terminarlos. Sinceramente, los textos que escribe logran se compenetre con ellos, que se meta en ese mundo que están contando. Esto es, sin lugar a dudas, otro de los grandes logros que tiene tanto el autor como el libro en cuestión. Algo similar me había ocurrido con Gracias. Quizás no sea posible entender absolutamente todo lo que manifiesta el autor, porque hay algunos de los textos que son bastante confusos, más que nada por cómo están desarrollados, pero, aunque no podamos captarlos en su totalidad, siguen teniendo esa aura hipnótica que genera que no podamos parar de leerlos.

El caballo y el gaucho es un libro que me gustó mucho no sólo por cómo está contado y por el estilo del autor, sino por la facilidad y la genial imaginación que tiene Katchadjian para recurrir a temas que quizás no son los más frecuentes a la hora de escribir, e imprimirles un estilo propio y personal que, indudablemente, los hace destacar.

Puntuación final

9/10

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