"Las cosas que perdimos en el fuego", de Mariana Enriquez

Ficha técnica
- Título: Las cosas que perdimos en el fuego
- Autor/a:
Mariana Enríquez
- N° de páginas:
200
- Editorial:
Anagrama
- Año:
2016

Las cosas que perdimos en el fuego consta de doce cuentos. A pesar de representar temas variados, cada uno de los relatos tiene algo en común: el terror, el terror cotidiano. No hay contextos inventados ni mundos completamente sobrenaturales. Todo lo que sucede transcurre dentro de lo habitual, de lo que pasa todos los días. Esos días, generalmente regidos por sentimientos relacionados con la depresión y el desapego por parte de los personajes, serán el escenario perfecto para ambientar los relatos.

Es bastante curioso e interesante cómo todos los protagonistas se aferran increíblemente a esos seres sobrenaturales que van apareciendo e intentan, de alguna forma u otra, ayudarlos. Desde una agente de policía impresionada por los brutales crímenes cometidos por propios colegas en las villas de Buenos Aires, hasta una asistente social conmocionada porque cree ver un niño encadenado en el patio del vecino, todos y cada uno de los protagonistas se involucrarán en los sucesos. Si consiguen su cometido o no, será uno de los grandes condimentos de los relatos de Mariana Enriquez.


Como pasa en la mayoría de los libros de cuentos, es muy difícil que todos tengan el mismo ritmo, que todos sean igual de buenos. Hay algunos que, irremediablemente, serán mejores que otros. Las cosas que perdimos en el fuego no es la excepción. Relatos como "El chico sucio", "El patio del vecino", "Bajo el agua negra" y el cuento que le da nombre al libro me parecieron los mejores, mucho más potentes que "La Hostería" o "Tela de araña". Sin embargo, más allá de que algunos me hayan gustado más que otros, todos tienen esa atmósfera siniestra, cotidianamente siniestra, que hace que querramos seguir leyendo sin parar, hasta llegar al final.

"Omito las explicaciones de cómo se llegó a ese final. Prefiero la incertidumbre y la sugerencia, incluso no estar yo tan segura de lo que pasa, creo que es más honesto. Las certezas me parecen dogmáticas; las certezas sí que me dan miedo.", dice Mariana Enriquez en una entrevista. Y en Las cosas que perdimos en el fuego, como no podía ser de otra manera, las certezas o lo finales completamente redondos nunca terminan de aparecer. Son esos cierres que quizás pueden resultar un tanto inesperados, un poco imprevisibles.

Lo que se narra en estos relatos no tiene inicio y un final establecido. Aunque el principio probablemente sea más evidente, se relatan cuestiones que no empiezan de una manera determinada, que podrían ocurrir en cualquier otro momento. Son temas recurrentes en nuestra vida cotidiana como la culpa, la crueldad, la compasión, la convivencia, la relación con el otro, la violencia. Sin embargo, los finales sí son distintos. Podrían llamárselos como no-finales, tal vez. O quizás sí, dependiendo desde qué punto de vista de los mire. Al principio, cuando recién leía los primeros cuentos, esto me chocaba un poco. No terminaba de entender por qué la autora hacía esto, sentía como si dejara el relato inconcluso, sin final. Pero luego comprendí, con el correr de la misma lectura, que ese era su estilo, su manera de narrar. Ella recurre a este tipo de finales, y está muy bien, porque es una forma de dejar que el lector interprete qué pudo llegar a haber pasado; deja que nuestra imaginación tome partido y decida, de alguna manera, qué es lo que pasó.

La prosa de la autora es muy buena, porque transmite muchas cosas a partir de un vocabulario sencillo y entendible. Logra que los lectores nos transportemos al lugar de lo que cuenta, que observemos lo que pasa y sintamos como los protagonistas. Compartimos sus inquietudes, sus miedos, sus vacilaciones. Es como si nosotros fuéramos ellos, como si estuviéramos viviendo su misma situación.

En conclusión, los cuentos de
Las cosas que perdimos en el fuego me parecieron muy buenos, algunos mejor que otros, claro está, pero muy interesantes en su totalidad. Son relatos con una cuota de misterio y terror que los hace diferentes. Los convierte en una lectura enriquecedora desde ese punto de vista, en el sentido de que, para mí, permite incursionar en un género quizás no tan explorado o recurrido a la hora de elegir una nueva lectura. Doce cuentos absorbentes, estremecedores y, algo también muy importante, bien escritos.

Puntuación final


8/10

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